jueves, 18 de diciembre de 2014

L'Air du temps

Se ganó la manía cuando se convirtió en padre. Comenzó por seguridad, siguió por costumbre, la costumbre se tranformó en rito, y del rito a la adicción, un solo mordiscón. Y así terminó Cronos, apretado en el Tártaro, con otros cuatro impresentables preso de su necesidad. El único hijo que no devoró, lo encerró. Y la abstinencia y el encierro no conjugan con la adicción, y  la adicción es voraz cuando hay hambre, y el hambre no distingue hijos de titanes, ni tiempo de signos, y la deidad destornada se mandó, uno a uno, primero el brazo en algunos, segunda la tempestad en otros, a todos los titanes que convivían junto a él en su celda divina.
Y sin titanes que liberar, no hay Hércules que temer, y sí un Zeus que pueda perdonar y devolverle al díos de los períodos un poco de luz, para difrenciar el amanecer del anochecer, el comienzo del fin, cuando cosechar y cuándo cultivar. Y de tanto esperar, perdió la calma, y no hay ansiedad que no acelere el tiempo, y no hay tiempo sin que su dios lo pueda controlar, como no hay adicción que no se pueda reemplazar, y Cronos entonces, sediento de su sangre, comenzó por un dedo, no frenó en el hombro, y se apuró, porque las cuevas no tienen luz, y sin luz no hay sombra que indique el momento, y la obscuridad lo inunda todo, y no se sabe cuándo es rápido, cuándo es lento o cuándo es mucho, y siguió.
Y el día se apagó, y las estrellas titilaron tan rápido que ni fugaces llegaron a ser, la marea perdió a la luna y los ríos el rumbo, el gallo no supo cuando cantar, las madres no llegaron a amamantar ni Zeus a liberar. 
Y hundiendo un labio sobre otro, luchando contra su última entidad, fue en el último bocado que Cronos se exitinguió, y el universo sin tiempo se quedó.

lunes, 21 de julio de 2014

No sos vos, soy yo

Las callecitas de Buenos Aires tienen ese que se yo,
Un sinrumbo aparente que encuentra el Sur, si se lo encuentra, cuando un par de ojos conocidos saludan y recuerdan el destino al que, quizás, se quiere llegar, en caso de pretender tal arribo, o al que se arriba sin más que la inercia diaria de una baldoza seguida de la otra, pie izquierdo, pie derecho y llegada,
Y la llegada no interrumpe la eterna pregunta que rompe la rutina, aún que de repetida ya es parte de la mismísima rutina que se pretende romper, que inquieta la curiosidad del viajero, sobre qué estará pasando cuando el verde impide el continuar, en el exacto punto de la misma manzana, extremo opuesto,
Si habrán plantado el mismo árbol, si en la misma esquina pero distinta se esperan las mismas cosas, y sobretodo, si el cúmulo de experiencias comunes que convierten casi inesperadamente a un desconocido en un conocido, estará caminado al mismo ritmo, izquierda - derecha, derecha - izquierda, según con cual se quiera empezar el conteo y desde dónde, por el mismo bloque a la misma hora, misma dirección, distinto destino, en todas sus acepciones, por que claro, no hizo que se produzca el cruce, por una cabeza, o por una cuadra, por unos minutos, o por el kiosco que está abierto hasta las ocho y desvío el camino en busca de un chocolate que calme la ansiedad, o de una pitada que llene los pulmones de humo, y diferencie, entonces sí, el encontrador del encontrado, suponiendo que se produce un encuentro, y suponiendo que no comparten el amor o la adicción por la malafamada nicotina, en caso de haber hecho coincidir los extremos opuestos y que el contacto se produce primero en uno que en el otro y no en simultáneo, a menos que efectivamente si compartan el amor o la adicción y la difrenciación entre el uno y el otro se haga ilusoria, y hayan prendido mecha en el mismo momento, mismo día, misma dirección, misma manzana, esquina contraria, extremo opuesto, suponiendo que no esperan en la misma equina y que el opuesto es el extremo y no el mismo viajero, que de tanto recorrer el recorrido no sabe si es él con el que se encuentra y si empezó el viaje con la izquierda, o con la derecha.